A Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo que creo el universo y al hombre (varón y mujer) a su imagen y semejanza,
sustentador de todas las cosas y quien es digno de nuestra adoración, alabanza
y obediencia a su suprema soberanía. A Jesucristo el Hijo que se hizo hombre
que con su muerte redentora salva a toda la humanidad y constituye la iglesia
con todos los escogidos y salvados comprados con su sangre.
Engrandecemos a Dios por su
voluntad de permitirnos hacer el I Congreso Misionero de la IEP. Asumiendo el
mandato de San Mateo 9, 35; 28, 19-20 y Hech. 1, 8 de hacer misión: proclamando
el Reino de Dios en todos los pueblos, enseñando la Palabra de Dios, siendo
conducidos y acompañados por el Señor Jesucristo en la tarea continua de
RECORRER ALDEAS Y CIUDADES, cumpliendo una misión integral: enseñando,
predicando, sanando, sirviendo y teniendo pasión y compasión por cada persona
(cuerpo, alma y espíritu) Lc, 4.
-
Nos reconocemos como una iglesia heredera
del movimiento reformado y de las grandes misiones alentadas por ellos en el
pasado. Valoramos inmensamente nuestro modelo de iglesia autóctona y auto
sostenible que nos permite trabajar con autonomía aunque no exenta de
dificultades las cuales superamos con la ayuda de Dios y la voluntad de toda la
membresía eclesial. Nuestra centenaria presencia en el país nos anima a afirmar
al Perú como nuestro principal campo de misión considerando las diversidad
cultural y pluriculturalidad que tenemos y las circunstancias sociales que
ellas atraviesan, y que a la vez nos desafían hacia un mayor compromiso y
nuevas formas y modelos de misión en diálogo y cooperación con otras
expresiones del pueblo de Dios en el Perú.
-Reconocemos el legado misionero como IEP de hombres y
mujeres quienes desde los inicios se dedicaron con ímpetu a la formación y
fortalecimiento de la iglesia a nivel nacional, regional y local; en costa,
sierra y en las etnias de la selva no atendidas debidamente (Ef. 2: 13-20).
Reconocemos y
tenemos gratitud hacia las misiones extranjeras que desde un inicio apoyaron la
obra nacional y aun nos siguen apoyando en respeto y comprensión mutua. Caminar
que no ha estado libre de tensiones y que reconocemos ambas partes, pero unidos
siempre en Cristo.
Hacemos
mención de los sufrimientos, persecuciones y hostigamiento que sufrieron
nuestros pioneros y pioneras a causa de la proclamación de las Buenas Nuevas en
el Perú por parte de las autoridades del Estado Clerical; así como de aquellos
hermanos y hermanas que fueron martirizados a causa de la violencia social y
política. Consideramos que todas estas experiencias han redundado en el progreso
del evangelio.
Nos sentimos
desafiados por los nuevos y diversos contextos que vive nuestro país, y por
realidades que hoy son para nosotros más visibles que antes:
- Reconocemos
que hemos descuidado nuestra labor misionera en medio de la diversidad cultural
presente en nuestro país, así como las existentes más allá de nuestras
fronteras. Nuestro principio misionero es de respeto a todas las personas pues
somos imagen y semejanza de Dios (Gn. 1, 27 – 28).
- Atendiendo
y escudriñando la realidad de nuestros tiempos reconocemos que la
postmodernidad incorpora nuevos retos y realidades que debemos atender. Así
mismo, es un hecho desafiante la ideología de mercado que impera en todos los
espacios y que crea nuevas realidades sociales y económicas, de exclusión y
marginación social, siendo estos nuevos retos para nuestro quehacer misionero.
- Reconocemos
también que en nuestro país se viven de manera continua una serie de conflictos
sociales originados por las desigualdades económicas y sociales, las cuales
consideramos que no son justas ante los ojos de Dios y las enseñanzas de su
Palabra, Jesucristo nos trajo su paz y nos anunció una vida en abundancia.
Nuestra acción misionera debe también orientarse en la atención a la resolución
de estos conflictos pues somos seguidores y anunciadores de la paz de Dios
(Sal. 34, 14), siguiendo así mismo el deseo de ser bienaventurados
pacificadores (Mt. 5, 9).
- Mostramos
nuestra preocupación por el crecimiento explosivo de las grandes ciudades a
causa de la migración y generan nuevas expresiones culturales y que nos
desafían a desarrollar nuevas formas, modelos y estrategias de misión integral
hacia los sectores urbanos, sin dejar de atender los diferentes sectores
rurales del país.
- Convocamos
a cada iglesia local a cumplir su vocación misionera considerando a cada
creyente un misionero (1 Cor. 11,26). El reconocimiento del ministerio de la
mujer, otorga a nuestra accionar misionero nuevas realidades y vivencias que
debemos aceptar con humildad y paciencia.
- La
IEP ha vivido, vive y vivirá experiencias de cambios generacionales. La
diferencia de cambios de estos tiempos es la incorporación de avanzados
elementos tecnológicos que fomentan un mayor distanciamiento generacional.
Debemos aprovechar con sabiduría esos avances y establecer puentes de diálogo y
acción entre las diferentes generaciones (Mc. 10: 13-16; I Tim. 4; 12)
Los
participantes del I CONGRESO MISIONERO nos sentimos llamados y enviados por el
Dios de la Vida para cumplir su misión encomendada en el Perú con todas las
realidades señaladas en esta Declaración.
Lima, 25 de junio de 2011 - Cusco, 3
de
setiembre de 2011